Miguel Torres, residente en Barbastro desde hace 20 años, también está tratando de traer a la ciudad a refugiados ucranianos. En este caso, su periplo comenzó cuando perdió el contacto de los dos niños que solía tener en acogida antes del covid. “Se criaron en un orfanato, pero los sacaron con la pandemia y perdimos el contacto”, explica.

Por eso, cuando estalló la guerra, removió cielo y tierra para localizarlos. Lo hizo, gracias a sus contactos con las telecomunicaciones, a través de redes sociales, principalmente, con fotos de los niños que buscaba.

De los múltiples contactos que recibió como respuesta, finalmente fueron dos los que dieron resultado: la alcaldesa del pueblo donde estaban y una profesora de escuela. Fue entonces cuando Torres descubrió que los niños tenían otros diez hermanos menores de edad. Y se planteó cómo sacarlos de Ucrania. “Nos escribieron muchísimas personas, algunas pidiendo dinero”, relata. Hasta que le llamó el sargento Sergio Sirosa.

Sirosa pasó su infancia como niño de acogida en Barbastro y ahora combate en el ejército de su país. A través de sus contactos, consiguieron que los menores salieran de la población de Usink, a una hora de Kiev. A partir de ahí, Torres ha puesto su dinero a disposición de quienes conducen autobuses para sacar a refugiados de Ucrania.

Ahora, los niños están en Polonia y Miguel está encontrando obstáculos para conseguir pasajes de autobús para traerlos a España. Sigue su lucha para traerlos. Y busca ayuda, ahora para conseguir un vehículo lo suficientemente grande con el que viajar a Varsovia y poder traer a esta familia.