Hace una semana, el pasado día 16, el precio medio de la electricidad marcó su récord absoluto al alcanzar los 188,18 euros megavatio hora (MWh) y este miércoles 22 marcó el segundo precio mayor, con 175,87 MWh.
Seguramente hemos perdido hace semanas la referencia de la escalada y vale la pena recordar que hace poco más de un año, en agosto de 2020, el megavatio se pagaba a 42 euros. Y quizá hoy, o mañana o el lunes, volvamos a pulverizar todas las marcas en una carrera alcista disparatada que afecta a toda Europa, aunque de forma desigual, y de la que, si difícil resulta comprender el detalle de las causas, no menos complicada parece ser su solución. Tanto es así, que el Gobierno español propone incluir el asunto en el orden del día del próximo Consejo Europeo.
Pero mientras se habla y no, se acuerda, se planea y se nota, la realidad con la que nos enfrentamos desde hace meses preocupa. Preocupa el impacto de la subida en una incipiente recuperación económica que puede verse frenada y en el IPC, con todo lo que este arrastra: pensiones, salarios públicos, convenios…
Inquieta, y mucho, cómo asumirán este perjuicio pequeños empresarios, que van desde peluquerías a talleres o establecimientos hosteleros, temiendo el incremento de sus costes en el delicado momento en que empezamos a dejar atrás los cierres que trajo la crisis pandémica.
Causa quebraderos de cabeza a la gran industria, que puede perder competitividad.
Sin embargo, donde hoy queremos fijar la mirada es en los hogares, especialmente en los que ya venían sufriendo pobreza, energética o no, obligados a encarar los meses más fríos en precario, sin saber si podrán calentar su casa o encender una bombilla.
Según el Gobierno de Aragón, algo más de dos millares de personas recurrieron el año pasado a la Ley de Pobreza Energética en nuestra comunidad, una norma que impide el corte del suministro por impago, y 34.000 aragoneses se beneficiaron del bono social impulsado por el Gobierno de Aragón.
A pesar de las expectativas de crecimiento económico y recuperación de empleo, el previsible incremento de la factura eléctrica hace pensar en un aumento de solicitudes. Así que mientras contemplamos como la electricidad sigue y sigue subiendo, no olvidemos que ese encender el interruptor que tantas veces hacemos de forma mecánica, sin pensar, supone para muchos una meditada decisión entre pasar frío o no, entre estudiar por la noche o no, entre simplemente ver o no.
Y en ese problema, por más que precise de grandes soluciones, también podemos ayudar con un consumo racional, sostenible y medido.