Esta semana, acabamos de conmemorar a la patrona de la música, santa Cecilia. En el Somontano, la música suena por cada rincón. Con agrupaciones como la Banda Municipal Ciudad de Barbastro, las dos corales (Barbastrense y Barbitania), una Escuela Municipal de Música, grupos folclóricos, charangas, cantantes, grupos y djs.
Con festivales como el PolifoniK Sound (que ha presentado ya su edición número 15), el del Vino Somontano (que nació ligado a multitudinarios conciertos) o más recientes como el de jazz (en Estadilla son más veteranos) o el Soundmontano. Entre muchos otros. Sea la época del año que sea, una cita musical se encuentra a la vuelta de la esquina.
La tarea de enumerar a quienes hacen posible todo esto se antoja ardua. Pero sí podemos fijarnos, como lo hacemos en este número, en una de esas personas que no podían vivir sin música y que dejó un inmenso legado en este ámbito. Se trata de don Julio Broto. El sacerdote, recordado especialmente por la Coral Barbastrense, se afanó por que la música inundara la ciudad.
Tuvo su papel en la creación de la banda de música municipal y también en la de la escuela. Le dolió especialmente, nos cuentan en este número de El Cruzado, que el conservatorio de música se instalara en Monzón.
Tal es su legado, a buen recaudo en el Archivo Diocesano de Barbastro-Monzón, que la Coral Barbastrense ha solicitado al Ayuntamiento que se le dedique un espacio a su memoria. Una iniciativa loable, porque no solo sería en memoria de quien ha impulsado el mundo de la música en Barbastro.
También ejercería el papel de reconocimiento a lo que la música significa para tantos y tantos que, de una manera u otra, se dedican a ella en cuerpo y alma. Como lo hicieron don Julio Broto y su hermano Joaquín, también prolífico compositor.