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Pedro Escartín Celaya A cuatro manos
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¿Quo vadis, Europa?

Pedro Escartín Celaya A cuatro manos
06 marzo 2025

A mediados del mes pasado el vicepresidente de los Estados Unidos, J. D. Vance, sorprendió a los líderes de la Unión Europea, y no sólo a ellos, con su discurso en la Conferencia de Seguridad celebrada en Múnich. Algunos comentaristas han calificado este discurso como “un cambio de régimen” en las relaciones de la Casa Blanca de Donad Trump con los países europeos. Personalmente, no dispongo de la información suficiente para asumir tales opiniones, ni para valorar adecuadamente el mencionado discurso, pero no puedo menos de constatar que ha producido una notable conmoción en todos los rincones de nuestra vieja Europa.

El vicepresidente ha tenido la audacia de recomendar a Europa que tenga el valor de mirarse en el espejo y preguntarse si está en condiciones de seguir impulsando el camino de defensa de la democracia abierto por los líderes de aquella aventura iniciada al término de la Segunda Guerra Mundial y que, después de varios decenios, ha cuajado en la actual Unión Europea.

En el año 1951 el film de Mervyn LeRoy, titulado Quo vadis, basado en la novela de Henryk Sienkiewicz, del mismo título, obtuvo un resonante éxito. Tanto la novela como la película recogen la leyenda de que el apóstol Pedro huye de Roma para ponerse a salvo de la persecución de Nerón y en su huida se cruza con Cristo, al que pregunta: “¿Quo vadis, Domine?” (¿A dónde vas, Señor?). Jesús le responde: “Voy a ser crucificado de nuevo en Roma, porque mis discípulos me abandonan”. Pedro, avergonzado por su cobardía, regresa a Roma y afronta el martirio. La historia atestigua que ciertamente el apóstol Pedro murió mártir, aunque todo lo demás sea una eficaz y exitosa puesta en escena. Sin embargo, la pregunta sirve para el propósito de este comentario.

Leyendo el discurso del vicepresidente de los Estados Unidos, he tenido el pálpito de que se ha atrevido a preguntar: ¿Quo vadis, Europa? No es necesario compartir todo su discurso para darse cuenta de que la pregunta es pertinente. Vance afirma: «La amenaza que más me preocupa con respecto a Europa no es Rusia ni China, ni ningún otro actor externo; lo que más me preocupa es la amenaza que viene de dentro. El retroceso de Europa respecto de algunos de sus valores más fundamentales: valores compartidos con los Estados Unidos de América». Y, a continuación, desgrana algunos hechos que, a su juicio, manifiestan el retroceso de la conciencia democrática europea; hechos que sería necesario contextualizar para opinar con conocimiento de causa, y no es éste el espacio apropiado para hacerlo. Pero insisto en que es imprescindible que los europeos nos preguntemos a dónde vamos.

Al final de su discurso, Vance no ha tenido empacho en citar al papa Juan Pablo II como uno de los más extraordinarios defensores de la democracia, y ha concluido su discurso deseando a los líderes reunidos en Múnich: «que Dios les bendiga», sin sonrojarse al manifestar públicamente sus convicciones religiosas ni porque, en sus palabras, resuene el clamor con el que el Papa emplazó a Europa a recuperar sus raíces cristianas, raíces que tienen que ver con la defensa de la democracia mucho más de lo que algunos creen.

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