La pasada semana se cumplieron 150 años del nacimiento de Azorín, escritor y periodista que amaba la palabra sobre todas las cosas. La palabra sin artificios, la palabra justa. Dicen que aconsejaba estudiar directamente el diccionario como un modo no sólo de aprender sino de aprehender el sentido exacto de cada término. También Delibes, del que ahora se publica una selección de sus discursos, buscaba la perfección en la sencillez: decir lo máximo con los mínimos elementos, como aconsejaban, siglos antes, los conceptistas. Nada que ver con lo que vemos y oímos a diario en tertulias y discursos de los políticos y sus adláteres.
Vamos a tener una temporada movida y, seguro, bronca. No esperemos florituras verbales ni discursos que pasen a la historia. Esta convocatoria de elecciones generales ha sido una sorpresa para casi todos y ahora lo que les ocupa es conservar su posición más que ninguna otra cosa, lo de hablar con claridad y precisión no toca. No toca nunca, en realidad.
Parece que tendremos una voz menos en el Congreso. En ese pacto nuevo denominado Sumar, se apagará una voz que nos daba lección a todas las mujeres un día sí y otro también, una de esas voces que se meten en la nuca y taladran el cerebro. La, aún, ministra de igualdad restaba, así que la orillan ahora. Y del árbol caído, ya se sabe. Esto es ahora, cuando esto escribo, que bien pudiera ser que, al final, le hicieran algún hueco. Nosotras, las mujeres, parece que tenemos que estar agradecidas. Yo no tengo nada que agradecerle ni a ella ni a sus próximas. Soy algo rebelde, lo reconozco. A mí estos discursos de alcantarilla me atraen poco, la verdad. Esas proclamas facilonas no me van. Nos han tomado por menores, por indocumentadas. Y eso no se puede ni se debe tolerar.
Esta campaña será intensa. Nuestro Presidente aragonés en funciones ha plantado a Sánchez. No quiere imposiciones. Habría que aplaudirle si no fuera porque ha estado mareando la perdiz demasiado. Hoy bramo contra Sánchez, mañana no. No se puede nadar y guardar la ropa; no se puede dar una de cal y otra de arena. Nunca, en nada. El eslogan aragonés de los alimentos: “lo que ves, es”, precioso, me parece que deberían aplicarlo a la política. Al pan pan y al vino vino. Si no te gusta el presidente de España; si ves que la deriva que toma no es de recibo; si sabes que las ideas se han ido por el sumidero hace tiempo; si no hay partido sino camarillas, facciones luchando por sus respectivas poltronas; si nada es como debería, dilo. Dilo caiga quien caiga. Y actúa en consecuencia. Igual así hubieras sacado más, igual así seguirías de Presidente. La deriva azul no lo explica todo. En ninguna parte. Los desastres no vienen solos, nunca. Esta rebelión en el pesebre llega tarde y se quedará en nada, si no, al tiempo. Una pena.
Aún veremos muchas puñaladas traperas antes de que termine la campaña electoral. Sender incluía varios tipos de puñaladas en Los cinco libros de Nancy. Pero no lo tenemos de cronista. Puñaladas varias, antes de la estocada final. Cuando llegue, muchos, románticos trasnochados, echaremos mano al corazón para sentir que sigue a la izquierda. Ninguna decepción lo cambiará de lugar.