Al comenzar este nuevo curso pastoral 2024-2025 quiero agradecer encarecidamente a cada uno de los hijos de esta tierra bendita su implicación personal para hacer de nuestra Diócesis una verdadera familia de familias.
Providencialmente, al revisar los archivos me encontré con una propuesta presentada al Consejo Presbiteral unos días antes de mi nombramiento como obispo –“Para utilizar mejor nuestros escasos recursos pastorales”– en la que se evidenciaba la necesidad urgente de optimizar los recursos pastorales. Justo lo que hemos tratado de hacer, no sin resistencias, en estos nueve años y medio de mi presencia entre vosotros.
En dicho documento se identificaban varios desafíos clave: la dispersión geográfica de la diócesis, el envejecimiento del clero, y la disminución progresiva de vocaciones. Se sugería una reestructuración territorial de las parroquias y una mayor colaboración entre ellas, con el objetivo de optimizar los recursos humanos y materiales. También se enfatizaba la necesidad de fortalecer la formación de los laicos para que asumieran un papel más activo y corresponsable en la pastoral diocesana.
La reestructuración pastoral que hemos iniciado hace una década se ha centrado en estos pilares: la unidad y la comunión entre todos; la coordinación y la colaboración corresponsable; y la misión de “que nadie se pierda”. Estas claves nos permitieron reorganizar la Diócesis en cuatro arciprestazgos integrados por ocho unidades pastorales con el fin de posibilitar una atención personal más integral y coordinada. Se ha promovido un trabajo en equipo entre sacerdotes, consagrados donde los hay y laicos, subrayando la corresponsabilidad de todos los bautizados en la misión evangelizadora de la Iglesia.
Los frutos, aunque exiguos todavía, son un signo de esperanza incipiente al percibirse una mayor cohesión diocesana y sentimiento de pertenencia; una mayor comunión entre los miembros de la Diócesis; más corresponsabilidad de los laicos en la misión diocesana y eclesial, asumiendo un rol más activo y consciente de la misión evangelizadora. Ha crecido significativamente la sensibilidad social en todas las unidades pastorales y se ha revitalizado la liturgia, cuidando las celebraciones conjuntas en las fechas más relevantes.
Os agradecería que nos digáis clara y abiertamente los fallos que detectéis en el servicio pastoral que tratamos de coordinar. Me gustaría que ensancháramos el toldo de nuestra tienda y llegásemos a TODOS. Ojalá erradicásemos los GRUPOS CERRADOS, los egos, las celotipias, las suspicacias, los chismorreos y/o calumnias, las rivalidades o tensiones estériles. Y hagamos converger los valores y potencialidades que cada uno tiene para que a través de nuestra pobre mediación unos y otros lleguen al conocimiento de la Verdad.