Hace unos años, bastantes, hice un curso intensivo de animación sociocultural. Me enseñaron a no tragarme todo lo que salía en los medios de comunicación sin analizarlo y ver lo que era bueno y lo que no lo era tanto y por qué.
En uno de los talleres sobre la publicidad nos hacían investigar las posibles bondades o trampas. Por ejemplo: ¿alguien se cree que por pasar un paño una sola vez por la mampara del baño con un cierto producto, ya queda brillante como los chorros del oro? Y no es el único, hay muchos parecidos.
Tuve un cuñado, ya fallecido, que tenía un establecimiento público y me decía que cuando ponía publicidad en la radio, notaba un notable incremento de afluencia al local.
Yo no sé si usted, amable lector, ha salido harto de la publicidad que hemos visto en la tele durante las fiestas pasadas, pero yo sí. A pesar de que dejo esos espacios para hacer algunas tareas caseras, han sido tantos los minutos emitidos que he tenido que ver unos cuantos, si quería seguir viendo el programa que me interesaba.
Especialmente me han parecido horribles los de las colonias y perfumes. Mujeres fatales, que con la mirada y un taconazo se hacen las dueñas del mundo, cuando no entra el tema erótico. Hombres con una musculatura de gimnasio, que con la mirada hosca parece que van perdonando vidas. No tengo que decir que no compro, ni creo que compraré, ninguna de esas marcas.
Retomando lo que decía mi cuñado, supongo que debe salir muy rentable gastar tanto dinero en publicidad, que pagamos los compradores del producto, no nos engañemos. La empresa solo tiene beneficios que, además, es para lo que se ha creado.
Me viene a la mente una película que vi que se titula Arturo y los algoritmos y que trata de un hombre de mediana edad que se queda sin trabajo y tiene que recurrir a una empresa de entrega a domicilio; le colocan una caja verde igualita a tantas que vemos en las espaldas de personas a caballo en bicicletas por nuestras calles.
También debe salir rentable porque esa empresa también hace mucha publicidad. En realidad, el final de la película no tiene que ver con la publicidad, sino en cómo estamos controlados por las nuevas tecnologías. ¿Se han dado cuenta de que cuando salimos de comer de un restaurante en el móvil nos preguntan si nos ha gustado?
Aparte de que me pregunte si cobran lo suficiente y si están asegurados esos trabajadores, la pregunta es si tenemos criterios para seguir o no los dictados de la publicidad ¿Necesitamos, de verdad, esos servicios o solo nos dejamos llevar por la comodidad? ¿O hacemos lo que todo el mundo? Como decía mi maestra de la escuela elemental: “¿Dónde va Vicente? Donde va la gente”.
En conclusión, procuro hacer poco caso a la publicidad, sobre todo si no necesito lo que me proponen y si no me da garantía de que es un buen producto, la empresa es honesta y no hay engaño en ellas.