Editorial
Ruth Zamora Zamora
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Seréis mis testigos

Ruth Zamora Zamora
21 octubre 2022

Elegir bien un título es tener medio camino recorrido para que llegue un mensaje. El título de hoy no es de ningún publicista acreditado. Fue el encargo que Jesucristo resucitado les dio a los apóstoles antes de su Ascensión.

Cuando recibieron este encargo eran pocos y con muchas debilidades. Pero empezaron a cumplirlo, paso a paso, palmo a palmo, tierra a tierra, y hasta hoy.

¿Cómo se atrevieron a tanto, ya que les dijo que fueran “hasta el confín de la tierra” si carecían de medios? Les decía eso quien les había cambiado la vida y les había dado un corazón capaz de amar sin fronteras. Con esa mochila se puede ir muy lejos.

“Seréis mis testigos” ya no es un título sino una misión. Nuestro semanario, que tiene desde sus orígenes el compromiso de ser altavoz de las grandes causas, no puede esta semana sustraerse a dar a conocer la noble misión que tiene la Iglesia de anunciar la salvación integral de todo hombre.

Ser testigos de Jesucristo, con las palabras y las obras, es la misión de todo bautizado. En los orígenes, la fe cristiana era culturalmente muy reducida y las ideas paganas de Grecia y de Roma ocupaban los espacios públicos.

Hoy son nuevas ideologías, nada sensibles al cristianismo, modelos educativos carentes de transcendencia y modos de concebir la familia, la sociedad y el mundo ajenos del todo a la fe cristiana, los que ocupan también amplios espacios sociales.

Si al principio había razones para ser testigos, hoy las hay y más. Baste comprobar que, siglos de historia después de aquello nos muestran un mundo a trozos y desgarrado por, según creemos, no haber hecho caso a lo que tienen de salvación las enseñanzas del evangelio de Jesús.

El testigo de una causa noble no pacta con un mundo hostil para quedarse tranquilo. El Domund, la Jornada misionera de este año, tiene que servirnos para que los bautizados nos sacudamos miedos, complejos y comodidades.

Nos deberíamos sentir admirados y llenos de una emoción agradecida por poder ser, precisamente en este convulso siglo XXI, testigos del Señor Jesús, nuestro único Salvador.

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