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Araceli Cavero A cuatro manos
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Siempre los inmigrantes

Araceli Cavero A cuatro manos
27 marzo 2025

Lo sé. Me repito. Igual es porque conozco el tema al haber sido emigrante. Hace unos domingos (como tantos otros días), volvieron a decir que el día anterior habían llegado a las costas canarias más de cuatrocientos emigrantes. Solo números. A veces dicen cuántas mujeres o Menores No Acompañados. Esta vez, ni eso.

En el mismo informativo hablaron de los miles de extranjeros que vienen a España a disfrutar de su dorada jubilación. Estos no ocasionan, parece ser, ningún problema. Como tampoco los ocasionan, no importa de donde sean, los que compran, a veces a precios desorbitantes, las sociedades deportivas para incrementar o renovar sus plantillas, con la esperanza de que produzcan suculentos beneficios.

Los inmigrantes económicos y los solicitantes de asilo nunca son bien recibidos porque hay que invertir dinero en ellos, aunque debemos pensar que también pagan impuestos cuando tienen la suerte de poder trabajar. Y aunque dicen que necesitamos muchos miles de inmigrantes para cubrir los puestos de trabajo, las leyes nunca favorecen la llegada y permanencia legal en nuestro país, como en muchos otros.

Ante esta diferencia de trato, mi reflexión ha ido hacia los gobernantes y los países emisores de la inmigración. La responsabilidad de los gobernantes es que sus ciudadanos tengan una vida digna, con cierto mínimo bienestar. Pero, ¿qué están haciendo estos gobernantes para cumplir con su obligación? ¿No les sonroja que sus gobernados tengan que huir para ganarse el pan en un país extranjero?

No son capaces de salir de sus “castillos” para enterarse de lo que sucede en sus calles, porque solo les importa su bienestar y su poder personal, la mayor parte de las veces a costa de esos mismos ciudadanos que tienen que salir a buscarse la judía, si no quieren morir de hambre. Y pasa que muchos de ellos mueren en el mar buscando saciar esa hambre crónica que padecen.

Con los solicitantes de asilo sucede algo parecido. Huyen de la violencia y el miedo que suponen los conflictos que tanto proliferan a lo largo de este planeta.

A veces el corazón se encoge contemplando el panorama, pero como dice el dicho “la esperanza es lo último que se pierde”. Así pues, vamos a esperar que lo bueno vaya triunfando, aunque sea más despacio de lo que nos gustaría, y al final este mundo sea un lugar habitable para todos, sean del país que sean, del color que sean, de la religión que sean, etcétera. Solo debemos pensar que todos son, somos, hijos de Dios.

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