Silencio y fe en el Vía Crucis de Barbastro. A las 6, se abrieron las puertas de dos iglesias en la noche barbastrense. En el templo dedicado al Inmaculado Corazón de María (Misioneros) comenzaba el rezo de laudes del Viernes Santo. Y, a San Francisco, llegaban los primeros penitentes. Era el momento de la Cofradía del Santo Sepulcro y la Virgen de la Soledad. Ilusión y entusiasmo contenido en los que se estrenaban y también en los que llevan más de 30 años procesionando. El año pasado la lluvia devoró el anhelo de acompañar a Cristo en su doloroso camino hacia el Calvario. Pero hoy, al romper el alba, a las 7, puntuales, se abrían las puertas del templo. El rezo del Vía Crucis se realizó en medio de un destacado silencio, tal y como pedía la organización. Silencio para salir al encuentro del hermano y de Cristo a través de las 14 estaciones de esta oración. Como novedad, la Hermandad recibía y saludaba a los pies del paseo del Coso a las imágenes procesionales. Tal y como también puso en escena el Domingo de Ramos.

Silencio y fe en el Vía Crucis de Barbastro. Ya en la Catedral, se encontraban la Madre Santísima Soledad y su hijo yaciente. La decimocuarta estación del Vía Crucis puso fin a esta procesión. Sin duda, una de las más queridas y que más sincera devoción concita en la Semana Santa barbastrense. Tras el madrugón, la satisfacción de haber acompañado al Señor una vez más, se reflejaba en los rostros, tanto de cofrades como de público. Era el momento de tomarse un chocolate sin faltar al ayuno que pide la Madre Iglesia en esta jornada tan significativa para los católicos.