Este viernes se cumple un año de la entrada de las tropas rusas en Ucrania. Comenzaba una guerra que continúa hoy, dejando devastación y con miles de ciudadanos, principalmente mujeres y niños, huyendo de una zona en conflicto.
El pasado viernes, a las 12 horas, el Ayuntamiento de Barbastro convocó una concentración silenciosa en la plaza de la Constitución para mostrar la solidaridad con la población ucraniana y urgir el final de la guerra. También en Monzón, por la tarde, se organizó una manifestación bajo el lema ‘365 días luchando por la paz’.
Convoy de seis furgones desde Binéfar
La guerra en Ucrania, a más de 3.000 kilómetros de distancia, movilizó la solidaridad de sus compatriotas en nuestro país, así como de un buen número de voluntarios. Además de las primeras recogidas de material, dos empresarios binefarenses, Fran Pallarol y David Viudas, decidieron hacer algo más. Y montaron un convoy de seis furgones para traer huidos de la guerra desde la frontera ucraniana a España.
Fue el primero de ocho viajes, con unas 200 personas, en su mayoría mujeres y niños, llegadas a nuestro país. “Hicimos lo que estaba en nuestra mano. Lo malo es que no ha acabado y hay que seguir, no autocomplacerse”, opina. De hecho, afirma que siguen “pendientes de la gente que lo necesite”.
Su iniciativa estuvo respalda por el ofrecimiento del albergue del Santuario de San José de Calasanz en Peralta de la Sal. Ahí llegaron, la noche del 7 de marzo los primeros 36 ucranianos. “Se pudo hacer porque hubo una auténtica legión de voluntarios que estuvieron incondicionalmente”, rememora Javier Sánchez, gerente de la casa. Voluntarios como Pilar Meler y Luis Fuster, entre otros muchos, que siguen formando parte de los “incondicionales” que están para lo que se les necesite.
Desde aquella primera llegada, han sido miles las personas que han pasado por este albergue en Peralta. “No tenemos las cifras por individuos, pero sí las pernoctaciones: han sido más de 10.000”, puntualiza.
Y es que, los que llegan a Peralta pueden permanecer ahí todo el tiempo que necesiten. Como ejemplo, una familia está alojada ahí desde abril.
Y todo sin dejar de lado su actividad habitual. Javier Sánchez cree que “se ha aumentado el sentido de lo que es la casa. Ha sido un punto referencial en la provincia. Todo ha sido en plan positivo”, destaca.
Al principio, muchos recalaron aquí, pero con familiares y amigos ucranianos en otros puntos de España. Por ello, fueron estancias cortas. Desde la Casa calasancia se comenzó a coordinar todo con el Gobierno de Aragón, quien les derivó a la asociación ACCEM. Esta fue la encargada de atender a todos los que llegaron. Comenzaba entonces un programa específico de acogida a los ucranianos.
“En agosto acabó este plan específico –indica Pérez– y nos solicitaron que nos integráramos en el programa general de acogida”. De esta forma, en Peralta ya no se alojan solo quienes buscan asilo desde Ucrania. “Somos un centro de primera acogida de refugiados y llegan de otros países, sobre todo de Latinoamérica y de África”, explica.
Acogida y refugiados
En Barbastro, desde hace casi tres años, el centro Uga Maluga de la asociación CEPAIM es la encargada de acoger a los refugiados que llegan a España. Marina Bermón, coordinadora del centro, explica cómo funciona el sistema.
“Cuando una persona llega a España, porque ha salido de su país por algún motivo, solicita asilo”, explica. Un trámite para el que primero se debe pasar por una entrevista personal y que puede tardar en resolverse desde unos pocos meses a uno o dos años.
En ese ínterin es en el que trabajan asociaciones como CEPAIM. “No atendemos a las personas que entran por nuestra puerta, vienen derivadas desde el Ministerio de Inclusión”, detalla Bermón.
Lo primero es atender sus necesidades básicas. Para la vivienda, disponen de 26 plazas en diferentes pisos de alquiler. A partir de ahí, se trata de darles herramientas para que puedan ser lo más independientes posible. “Es un trabajo multidisciplinar –añade la coordinadora del centro Uga Maluga–. Tenemos trabajadoras sociales, abogado, psicóloga, mediadora, una técnico de acogida, una formadora para el aprendizaje del idioma y una técnico de empleo”.
Todos ellos trabajan para “ayudarles a conseguir las competencias que necesitan para llevar a cabo una vida independiente en España”. En 2022, lo han hecho con 47 personas; algunos hombres solos; otros, familias, con y sin hijos a cargo.
Y Marina Bermón aclara: “No solo partícipes en un conflicto bélico, sino por cualquier motivo de persecución fundado: orientación sexual, creencias religiosas, motivos políticos…”. De este modo, atienden a gente de lugares tan distantes como Mali, Afganistán, Siria, Colombia o Venezuela, sin olvidar Ucrania o Rusia.
Atención de primera necesidad
Con la guerra de Ucrania se produjo una situación de crisis humanitaria que desbordó los recursos normalmente destinados a la acogida de refugiados. En este sentido, Cáritas jugó un papel imprescindible.
La responsable de acogida de Cáritas Diocesana, Eva Morancho, explica que lo primero fue crear “un grupo motor para crear protocolos para la acogida”. Esto les permitió adaptar su programa de ayudas de urgencia y plantear instalaciones de residencia temporal, así como coordinarse con los servicios sociales para aunar esfuerzos.
En el caso de atención a los ucranianos, Cáritas se centró en las ayudas de urgencia para bienes de primera necesidad. También en el apoyo emocional y en la ayuda para la alfabetización. “Creamos aulas para clases para el aprendizaje de español y vimos la necesidad de crear grupos de menores para reforzar el idioma por las tardes”, explica Morancho.
Otro punto de apoyo fueron los alojamientos temporales de carácter urgente, con dos viviendas. La responsable de acogida comenta que en uno de ellos vivieron tres hermanas.
Por otra parte, Morancho destaca que muchos ucranianos llegaron con familia o conocidos, por lo que lo que necesitaban eran “ayudas de urgencia por precariedad económica”. Apoyados por el voluntariado, complementan el trabajo de las asociaciones especializadas en acogida y asilo con atender, sobre todo, esas ayudas económicas y la alfabetización.
En cifras, Cáritas Diocesana ha atendido a 198 personas ucranianas, llegando a 265 atenciones. La mayor parte, más del 70 por ciento, ha recibido apoyo económico; el 28 por ciento, vivienda y un 31 por ciento, manutención.
Ayuda a Ucrania
Cáritas también colabora con el albergue de Peralta de la Sal y con las comunidades ucranianas de la zona. En Barbastro, el grupo Ayuda a Ucrania ha llevado un año frenético, recogiendo y enviando material para aquel país. Yolanda Clemente es una de la veintena de voluntarios que componen este grupo.
Rememora cómo fueron dos ucranianos residentes en Barbastro los que comenzaron a impulsar esta ayuda; primero colaborando con la comunidad de Monzón (más numerosa). Así fue como un primer camión salió de la capital mediocinqueña y luego fueron otros dos los que fletaron hacia Ucrania, con apoyo de los Ayuntamientos de Barbastro y Monzón.
Clemente puntualiza que la ayuda siempre se ha enviado con un destino prefijado gracias a los contactos de ucranianos como Nina y Slavik. “Se hace todo a través de asociaciones ucranianas”, indica.
Además, siguen colaborando con otras iniciativas de la provincia y nombra a un voluntario de Labuerda, que ha hecho ya varios viajes a Ucrania llevando material. La próxima cita, este mes de marzo. Se unen a un convoy que saldrá de La Rioja gracias a la donación de una importante marca conservera. Para ello, van a comenzar una campaña de recogida de material en las guarderías de la ciudad.
Quienes quieran seguir colaborando con el grupo Ayuda a Ucrania, pueden contactar con ellos a través de su página en Facebook.