Tribuna
José Antonio Adell Escritor
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Tradiciones navideñas

Los pueblos de la provincia de Huesca mantienen algunas tradiciones desde tiempos inmemoriales; otras se han perdido

Tronca Navidad
Una tronca de Navidad arropada para esconder dulces y otros secretos.
José Antonio Adell Escritor
24 diciembre 2021

Por segundo año vamos a vivir las celebraciones navideñas en plena pandemia. Vistas las circunstancias se reducirán fundamentalmente al ámbito familiar pero no faltan ya en nuestras calles adornos, iluminaciones, belenes o árboles. En la actualidad las Navidades vienen cargadas de un exceso de consumismo. Siempre es bueno recordar a tantas familias que pasan estrecheces y a tantos marginados o excluidos, a quienes estas fiestas les llenan de tristeza y soledad. 

En estas fechas los romanos celebraban las Saturnalias y la fiesta del Sol invicto. Con la llegada del cristianismo se eligió esta fecha para situar en el calendario el nacimiento de Jesús.

Antaño se vivían de forma muy diferente. En el mes de diciembre diversas poblaciones altoaragonesas celebraban sus ferias que servían para hacer acopio de productos de consumo en estas jornadas. 

Las también denominadas fiestas de Pascua eran populares como ninguna otra y se celebraban con gran animación. Tras la tradicional misa del gallo (la expresión se debe a que los romanos denominaban canto del gallo al comienzo del día) o vigilia de Navidad comenzaba la diversión callejera; cuadrillas de jóvenes tañendo bandurrias y guitarras, entre gritos, ruidos, algazara y buen humor, recorrían las calles cantando villancicos. 

“Las denominadas fiestas de Pascua eran populares como ninguna otra y se celebraban con gran animación”

Las hogueras eran comunes en casi todas las fiestas, más aún en las de invierno, aunque la mayoría se perdieron con la pavimentación de las calles. En Coscojuela de Fantova las gentes del lugar se reunan en la Nochebuena en torno al calor de la hoguera para comer y beber. En Monesma la hoguera se encendía tras la misa del gallo y preparaban poncho, cantaban villancicos y repartían viandas. En Campo la hoguera que se enciende en la plaza permanece hasta Reyes.

La tronca

Una de las tradiciones más comunes en muchos pueblos del Alto Aragón era la quema del tronco de Navidad, tronca de Navidad (denominación que recibe en el Sobrarbe), o cabirón (tronco que, unido a la toza, sobresale del suelo una vez cortado el árbol), como se denomina en Robres y comarca. El jefe de la familia encendía el cabirón, tras bendecirlo, rociándolo con un buen chorro de cazalla, que producía un fogonazo, y al grito de “¡cabirón, cabirón, caga turrón!” aparecían unas barras de turrón junto al fuego. El cabirón permanecía encendido casi todas las navidades.

En el Sobrarbe la tronca de Navidad se hacía durar hasta la Candelera y se guardaba una toceta para echar al fuego cuando había tormentas. La tronca venía a simbolizar la raíz de la casa, vinculada al fuego y a la familia. Al encender la troncada, el dueño de la casa presignaba el gran tronco echándole con un porrón un chorro de vino en forma de cruz.

“El tronco de Navidad se llama tronca en Sobrarbe, cabirón en Monegros o tronc o choca en La Litera”

La tronca se denominaba tronc o choca por La Litera. Se solía tapar con un saco, ocultando golosinas, juguetes, turrones, etc. Con el atizador o con un palo se golpeaba el tronco entonando una canción. 

Comidas extraordinarias

Las comidas extraordinarias eran comunes en esas jornadas. En la Nochebuena acababa la vigilia, restaurando los estómagos con las mejores viandas. Después de bendecir el tronco se iniciaba la cena. Pedro Arnal Cavero narra cómo las mujeres de Alquézar masan dos o tres días antes de la Navidad, porque para Nochebuena ha de haber pan tierno, torta lagañosa, empanadizos con espináis y pastillos de calabaza de rabiqued. Claro es que, además, guardan billotas, dulces, cerollas, peras forniadas, figas enfarinadas, mostillo duro, pasas, nueces, almendras, manzanas, orejones, cergüellos empapelaus, ugas colgadas y panizo menudo de fer palometas… pa’ fer colación.

La tradición del cardo, el pavo, los mariscos o el turrón se ha mantenido pero ahora la gastronomía de esas jornadas se ha vuelto más selecta. El día de Navidad la comida reunía de nuevo a la familia. Las mujeres de Valfarta solían elaborar empanadicos de cabello de ángel. En Alcalá del Obispo preparaban empanadones de calabaza y dobladillos. 

Pasadas las fiestas más importantes del invierno, la Nochebuena y la Navidad, la Iglesia honra al diácono San Esteban. En el Alto Aragón existe devoción a este santo. Varias poblaciones llevan su nombre: San Esteban de Litera, San Esteban del Mall o San Esteban de Guarga, estos dos últimos despoblados.

Era costumbre que en esa jornada se comieran los restos del pollo o pavo de Navidad, que no se habían consumido en los días anteriores. 

“Pasadas Nochebuena y Navidad, la Iglesia honra a San Esteban, con devoción en varias poblaciones que llevan su nombre”

Otros festejos

Al día siguiente es la festividad de San Juan Evangelista, el discípulo amado, tal como aparece en los Evangelios, que no sufrió martirio y que falleció muy anciano en la isla de Patmos. Es festejado en Alberuela de Tubo, Aratores, en la calle de San Juan Evangelista de Belver, en Bespén y en Betesa.

Antes, en Bespén, los mozos se reunían el día de la Purísima para elegir al “mayoral” y preparaban los festejos de San Juan; al mismo tiempo preparaban la denominada “merienda del gasto”. En las fiestas se celebraban rondas con recogida de tortas, bailes y competiciones deportivas (tiro de barra, juego de pelota y corridas pedestres).

El día 28 se celebran los Santos Inocentes. En esta jornada, en la que se recuerdan los niños que fueron asesinados por mandado de Herodes, es tradicional gastar bromas de lo más variopinto. Antaño estas bromas se prodigaban con los niños y, entre otras, consistían en hacerles ir a buscar “el molde de hacer patacas” a casa de algún vecino. Este les cargaba en un saco hierros y artilugios viejos que tenían que arrastrar ante la hilaridad de los mayores. Otra broma era ir a pedir algún alimento a casa de un conocido con la intención de devolverlo, aunque una vez se salía de la casa se decía: “Que te lo paguen los inocentes”. También a los forasteros se les llevaba “a cazar la chova” que, según les decían, era un animal que llevaba mucho aceite. Los colocaban expectantes en alguna esquina para esperarla y cuando alguien daba la voz de que llegaba dicho animal otro con un pozal desde la ventana remojaba al incauto. Los niños también colgaban monigotes de papel en las espaldas de los adultos despistados. 

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