Comparto su estupefacción ante lo que está pasando. Esta brutal guerra palestino-israelí nos ha pillado a todos con el pie cambiado, pues llueve sobre mojado con la de Ucrania y Rusia. Mas allá de que las guerras son inútiles, está la incapacidad del mundo para pararlas. Y aunque solo fuera porque nos afectan en un planeta súper conectado, debería preocuparnos egoístamente esa impotencia para ponerles fin.
Una guerra no se acaba enviando más armas a los contendientes. Tampoco con condenas. En las guerras los únicos inocentes serán los muertos. No existe una balanza de buenos y malos. La guerra de Troya comenzó porque el joven Paris se fugó con Helena, esposa de Menelao, rey de Esparta. Alguien dirá que son cosas que pasan.
Esta nueva guerra judeo-palestina es las más vieja de todas, porque no se sabe cuándo empezó –probablemente fue hace tres mil años– y muchos piensan que no acabará. El problema es que estos dos últimos desastres nos devuelven a 1945, cuando empezó la guerra fría, mientras en Europa nos acordamos de los veinte millones de muertos de la Primera Guerra Mundial más los sesenta de la Segunda.
¿Y por qué este señor nos cuenta lo que ya sabemos? Pues por una reflexión que me hago y que les comparto: Es muy lamentable, pero este es el mundo de siempre. Ni siquiera podemos decir que estamos peor que antes; en muchos momentos fue muchísimo peor. Tratemos de vivir lo más compasivamente posible, votemos por gobernantes que buscan la paz, evitemos votando los sátrapas y los locos. Pero también disfrutemos de la compañía de los nuestros y de nuestra gente; y en este año, especialmente lamentable, refugiémonos en ese remanso que es la Cultura.
Les recomiendo que recuperen la película Troya a falta de mejores noticias. Con Diana Kruger, Orlando Bloom, Brad Pitt, Peter O´Toole y Brian Cox (excelente Menelao). Yo si pudiera, encerraría en una sala a todos los protagonistas reales de estas dos guerras, a pan y agua, y les obligaría ver cien veces esta magnífica película, tantas como fuera necesario, hasta que firmaran algo. Un alto el fuego, una paz, algo.