El barbastrense Arturo Carvajal, paciente de diabetes tipo 1 y socio de Montañeros de Aragón Barbastro, coronó la cumbre más alta de África, el Kilimanjaro (5. 895 metros) hace dos semanas con el objetivo de dar visibilidad al deporte y a la enfermedad de la cual fue diagnosticado hace tres años. La expedición la completó gracias a la asociación El poder del chándal, quien también llevó hasta la población de Moshi (Tanzania) un voluntariado sanitario. Carvajal completó el reto junto a Ángel, de Monroyo y José Luis, de Albacete, dos pacientes también con diabetes tipo 1. “En la preparación había muchos miedos e incertidumbre por el tema de la altitud, la verdad que estaba nervioso. No solo por la montaña, sino también por la diabetes”, relata.
Era un reto mayúsculo. Aunque la montaña es algo inherente a él, nunca se había enfrentado a algo así. “Era un súper retazo”. En total fueron 12 días de los cuales necesitaron cinco para subir a la cima y dos para bajar. Se trata de una ruta larga hasta llegar hasta los 5.895 metros de altitud. El desnivel, desde la base, es de 5.000 metros. “Hay que dividirlo en días y hacer una aclimatación, que consistió en subir hasta los 4.600 y bajar a dormir a 3.800 metros. De esa forma, el cuerpo se adapta a la altitud y se puede afrontar la cima con mayor seguridad, evitando el mal de altura”, apunta el barbastrense.
La asociación El poder del chándal nace en Madrid a través de la empresa Trainsplant. Su misión es rehabilitar y promover el deporte en personas con patologías crónicas. Desde hace algunos años lleva construyendo gimnasios adaptados para niños con discapacidad. El año pasado, explica Carvajal, algunos de los miembros estuvieron en el Kilimanjaro y vieron que allí podían echar una mano: “Para este año lanzaron el proyecto solidario que lleva material médico, médicos, personal sanitario y licenciados en actividad física y del deporte para ayudar a la población de allí. Llevamos un montón de material sanitario. Estuvimos haciendo formaciones y enseñando, tanto a la población general como a niños con discapacidad. En mi caso, como fisioterapeuta, estaba con estos últimos. Los que no eran sanitarios fueron a colegios a llevar material y a hacer juegos con ellos. Se recaudó dinero también para hacer una incineradora, con el fin de que los niños no jugaran alrededor con basura, porque ahí no hay vertederos ni nada. Nos pidieron si podíamos ayudarles. Por esta parte ha sido también una experiencia brutal. Además, se añade el hecho de poder hacer la montaña más alta de África”.
La Sociedad Española de Endocrinología también forma parte de este proyecto y, a través de ella, Carvajal pudo llegar hasta la cima del Kilimanjaro. La expedición la completaron un grupo de 20 personas formada por licenciados en actividad física y del deporte, endocrinos, médicos de otras especialidad, tres diabéticos (entre ellos Carvajal) y un amigo del barbastrense que en 2018 sufrió quemaduras en todo su cuerpo. “Poco a poco”, subraya en referencia a este último, “haciendo deporte, había conseguido hacer grandes retos y se veía preparado para este”. El objetivo era “darle visibilidad al deporte y a las segundas oportunidades. Decir que cualquier patología, con constancia, entrenamiento y conocimiento no tiene que suponer un obstáculo para hacer deporte o subir el Kilimanjaro”.
Carvajal confiesa que nunca había estado tan nervioso como en la previa a este reto. “Ir a África y con la diabetes conlleva cargar más material y medicación por si acaso. Si pasa algo, no sabes qué medios va a haber allí”, asevera. Aunque ellos iban con la tranquilidad de tener a un equipo médico, “no es lo mismo un hospital en España que en Tanzania”. El tema de la altitud era otra de las cosas que más le preocupaban. “El mal de altura, los síntomas, que son mareos, nauseas, cansancio… Se puede confundir con una hipoglucemia. Entonces no iba a saber diferenciar, a no ser que me tomara la capilar”.
Pero Carvajal sigue marcándose retos. Es lo que tiene; su vida está ligada a la montaña. El viernes por la noche participó en la Gran Trail Aneto-Posets. “Con este calor se hará lo que se pueda, pero intentaré acabar los 105 kilómetros”, señalaba en la previa. Así, ha estado en la prueba más larga de la trail después de que el año pasado completara la de 55 kilómetros. “Este año dije que había que dar un paso más”. Con 6.700 metros de desnivel a sus espaldas –”una barbaridad”– Carvajal estuvo arropado en varios puntos por Alberto Badel, quien en un principio iba a correr junto a él, pero una lesión de última hora le impidió tomar la salida.