Que el Centro de Salud de Barbastro se ha quedado viejo, pequeño y poco funcional es algo difícilmente discutible. Y que eso complica la labor de los profesionales sanitarios y resta calidad en la atención a los pacientes, tampoco.
De hecho, parecen haberlo visto claro todos los consejeros regionales de Sanidad que a lo largo de la última década han tenido a bien pasearse por unas instalaciones construidas en 1965 para constatar que la demanda del nuevo ambulatorio es, además de justa, urgente.
Se necesitaba en 2007 cuando el Gobierno de Aragón trasladó los servicios de Pediatría y Matronas y la unidad infanto-juvenil de Salud Mental a unos locales alquilados. Este mismo año, se ha ampliado ese alquiler a nuevos espacios para este centro de salud desperdigado, cuya situación se ve escarnecida con la pandemia.
La imposibilidad física de habilitar vías independientes de entrada y salida obligó a trasladar la vacunación del COVID19 –y ahora de la gripe– al antiguo colegio Pedro I donde, por cierto, los pacientes comparten espera con las ambulancias que siguen careciendo de espacio propio.
La guinda a esta suma de parcheos la pusieron los barracones instalados a principios de este año que mal completan unas instalaciones de Atención Primaria escasas para sus más de 22.000 usuarios.
Así de claro lo vio el Foro B21 cuando en diciembre pasado decidió iniciar una campaña de movilización ciudadana en defensa de ese nuevo Centro de Salud para cuya construcción el Ayuntamiento de Barbastro cedió, en 2018, los necesarios terrenos.
Han seguido los pasos que, desde la sociedad civil y el sentido común, podrían parecer útiles para conseguir sus objetivos: información, diálogo, negociación, propuestas como la anticipación de los remanentes municipales, implicación ciudadana y acuerdos políticos a todos los niveles.
Resultado: 250.000 euros que suenan a broma de mal gusto.