Enfrentarse a una inercia supone todo un reto. Día a día, año a año, podemos emprender una actividad y después obviar que no nos satisface o que no funciona como debería. La tradición y la rutina terminan inclinando la balanza frente a cualquier contrapeso.
El Ayuntamiento de Barbastro ha asumido, después de varios años con la idea en mente, uno de esos retos: FERMA. El “buque insignia” de las ferias de Barbastro, como se le ha denominado en múltiples ocasiones, se encontraba varado. Durante el último mandato se intentó reflotar, aunque lo que se consiguió fue desguazarlo en múltiples certámenes cuyo único nexo se redujo a que todos incluían la denominación ‘FERMA’ acompañada de un incomprensible nombre en inglés.
El actual Área de Desarrollo, encabezada por Silvia Ramírez, expresó ya el año pasado que había que tomar una decisión. Lo que fuera estaría basado en datos. Dicho y hecho. Han hablado con los implicados y han resuelto que FERMA no podía seguir varada, desguazada, sin identidad.
La marca tiene reconocimiento y nombre de sobras (en Barbastro, casi nadie va al recinto ferial; va a la Ferma) y por eso no opta por reinventarse, sino por regresar a los orígenes, al sector primario, adaptándose a su realidad en este siglo XXI.
La revolución llega con el cambio de fechas. FERMA ya no hará de pórtico festivo, sino que se traslada al mes de octubre. Una decisión, de nuevo, basada en datos: se trata de una mejor fecha para el sector. No vale nostalgia, hay que huir de la inercia.
Después de 62 ediciones, el final del mes de agosto no acogerá FERMA. Si supondrá un acierto o no lo dirá el tiempo. Mientras, es loable que desde la política, muchas veces acogida a la complacencia y la comodidad, se tomen decisiones valientes.