En apenas 15 días, más de 3.000 personas, jóvenes en su mayoría, han pasado por Barbastro para conocer la historia de los mártires Claretianos, cuya iglesia y Museo siguen recibiendo estos días un goteo constante de turistas y peregrinos.
El monasterio de El Pueyo, la Catedral, el Museo Diocesano… son focos de atracción para los visitantes de nuestro territorio, elementos para un sumatorio de productos que constituyen nuestra seña de identidad. Lo hemos defendido en múltiples ocasiones: el turismo religioso es una oportunidad de desarrollo para la ciudad de Barbastro; también para su comarca, claro está, pero sobre todo para una ciudad cuya historia está íntimamente ligada a la historia de su sede episcopal y la impronta que fundadores y pioneros dejaron en ella.
La capital del Somontano aún acoge el primer colegio de los Escolapios de España, el primer colegio de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl de España y la primera residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de todo el mundo. A su Semana Santa, que a la devoción suma la declaración de Fiesta de Interés Turístico Nacional, cabe añadir ser la cuna del santo fundador del Opus Dei, tener la primera capilla dedicada al primer beato gitano de la historia o atesorar la impronta martirial de Claretianos, Benedictinos, Escolapios y todo un presbiterio diocesano.
Lleguen por fe, por cultura, arte o por casualidad, lo cierto es que Barbastro tiene mucho que ofrecer al visitante que busca una experiencia de este tipo o quiere complementar el enoturismo, el deporte o la gastronomía. La ciudad aporta unos recursos de primer orden y corresponde a los agentes implicados saber conformar una oferta completa, con la participación de sus responsables, que resulte una palanca de desarrollo y crecimiento para la economía de la zona.
