Con frecuencia hablamos de valores. Son aquellas convicciones personales que orientan la vida de cara a lo que cada persona quiere ser (la ética, dignidad, empatía, respeto, responsabilidad, honradez, familia, modestia, amistad, lealtad, tolerancia…).
No hay educación que se precie si no educa en valores. Claro que estos sólo se transmiten con el ejemplo y el testimonio. Un docente, por ejemplo, no puede educar para la paz, por más que hable de ella, si utiliza un lenguaje agresivo, virulento, amenazante o humillante.
Por otra parte, los valores no son puramente innatos, se tienen que trabajar para conquistarlos. Si la amistad es un valor, ser fiel a los amigos, por más que haya dificultades, será un empeño por el que hay que luchar y esforzarse.
Los jóvenes, tan ávidos de valores, no necesitan para su educación grandes profesionales sin más… necesitan testigos, personas referentes que encarnen con su vida aquel tipo de ser humano al que merece la pena parecerse.
Incluso los valores van más allá de quien los vive. Una persona cuya vida sea significativa por la coherencia con sus valores puede seguir siendo referente, incluso después de su muerte. Los valores transcienden a la propia vida.
La Historia nos ha regalado personas cercanas (familia, educadores, religiosos y religiosas…) que nos han influido, u otros más famosos como deportistas, pacifistas, artistas, voluntarios… cuyas vidas han dejado una estela de bondad y compromiso que también nos han influido.
Veo ahora con preocupación las prácticas habituales de muchos de nuestros políticos. El lenguaje se ha vuelto humillante y mal educado. Se busca el insulto, la descalificación, la burla, el escarnio del que piensa distinto. Los que, por su profesión, deberían enseñar el valor de la democracia, se han convertido, con excesiva frecuencia, en paladines de la agresividad y el odio. ¿Qué valores están transmitiendo con sus acciones? ¿En qué tipo de persona creen? ¿De qué pueden ser referentes para las nuevas generaciones?
Verlos y oírlos sonroja y hasta avergüenza. No sé si tienen conciencia de que están transmitiendo unos contravalores espantosos, mientras cobran por esgrimir su mala educación.
Qué pena. Me recuerda a aquellos de lo que habla Jesús en el Evangelio, esos tipos capaces de ver la mota de polvo en el ojo del prójimo antes que notar la viga que llevan en el suyo. ¿Qué ejemplo están dando? ¿Qué valores están transmitiendo?
Muchos de ellos, no hay duda, son los nuevos fariseos.