El 20 de abril de 1946 abría sus puertas Vinos Murillo en Barbastro. Hoy, 76 años después, el nieto de aquella pareja, Francisco Murillo, sigue al pie del cañón de este negocio familiar dedicado a la venta de vinos y espirituosos. “Nosotros sí podemos decir que somos un negocio totalmente artesanal, tanto, que ni siquiera contamos con presencia en internet. No lo descarto, cierto, pero por ahora no lo veo necesario” comenta Murillo.
A lo largo de esta longeva andadura, Vinos Murillo se ha convertido en un auténtico icono estético. Su apariencia no se ha doblegado ni a las modas ni a los tiempos y permanece inalterable a lo largo de los años. Un lugar verdaderamente único. Ni ordenadores ni pantallas. Preservar la tradición implica esfuerzo, por ejemplo, la venta a granel acarrea “una liturgia algo compleja. Pero cuando uno lleva el negocio tan dentro no se mide la rentabilidad de las horas que suelen ser bastante más de ocho”. Porque si hablamos de horas y de rentabilidad… aquí aparece el nudo gordiano de las tiendas.
Vinos Murillo, además de la venta al por menor, se dedica a la distribución. En su caso, la creación de la denominación de origen supuso un respaldo y una garantía para su negocio, siendo los padres de Francisco los pioneros en comercializar los vinos del Somontano.
Mirando al futuro, Francisco Murillo comenta: “No quiero ser pesimista sino optimista. Cierto que han sucedido muchas cosas, pero estoy convencido de que se puede continuar y seguir adelante”.