He tenido intención de meterme en la arena política y contarles mis impresiones del “debate” por antonomasia. El único. El irrepetible. Las horas previas fueron tremendas, peor para la paciencia de los sufridos votantes que el “debate” en sí. La presentación de los presentadores; de la mesa en la que iba a suceder tal acontecimiento; de los locales en que los candidatos esperarían su momento estelar junto a los suyos, separados, bien separados de los otros… Un buen vendedor ambulante de los de antes no hubiera presentado la mercancía con tanto esmero: vengan y vean, los dos candidatos, dos, enfrentados en la hora decisiva, el cara a cara que usted, votante y ciudadano ejemplar, se merece. Algo así y usted, querido lector, lleva días ya algo harto de tanta monserga buscando un buen abanico, de los anchos, de madera de peral; un ventilador de aspas rotundas; una buena barra de hielo de las de antes; algo refrescante para pasar esta primera ola de calor, como un presagio de lo que será el día en que se han convocado las elecciones.
El debate ya ha pasado. Todo pasa, menos mal. El debate por antonomasia deja ya paso a las interpretaciones, los datos, siempre datos, encuestas, porcentajes, intenciones. Los líderes se han batido ya. ¡Por España, siempre por España! O no, igual aquí España y los españoles no es lo mismo y me estoy liando, eso lo dicen los reyes cuando abdican. He intentado meterme en estos vericuetos, digo, con poca fortuna porque se me hace difícil aventurar si el resultado del debate ha despejado la incógnita, esto es, si es claro ya cuál de los dos es el mago de primera que se necesita. Y es que los candidatos llevan ya tiempo sacando conejos de la chistera, muchos, una propuesta y otra, un conejo y otro, cada uno más gordo, tanto que es extraño que, de puro gordo, no se haya quedado alguno atascado en la chistera. En el debate hablaban y hablaban y todo sonaba ya oído, sin novedad en el frente. Y me he frenado en seco. La pluma se ha rebelado, esto, me ha dicho sin decir, ya lo están explicando con datos, porcentajes y gráficos los politólogos, esos seres que llenan las tertulias, los periódicos, las revistas, los platós de televisión, todo. Por cierto, nunca imaginé, ni yo ni nadie, que hubiera tantos de estos sujetos en este país nuestro.
Y es que poco puedo aportar ya que mi actitud en esa hora crucial, mientras debatían nuestros próceres, ha sido un tanto rara, poco edificante. El calor, supongo. Mi mente iba de acá para allá, sin rumbo. Pensaba, fíjense, que este va a ser un año de “judietas” y de pepinos y melones, de sandías no, según oí que pronosticaban en la plaza del Mercado este sábado. Si no cambia, claro, y el extremo calor agosta las matas o una granizada, como la de Cariñena, lo arrasa todo en una horita tonta. El huerto requiere pericia y paciencia, temple y cariño, y asimilar que no se puede tener el control de todo, esto pensaba yo en pleno debate, cuando se me iba la mente oyendo, un poquito hastiada ya, a los candidatos. ¡Extraña mezcla! En la película Bienvenido Mr. Chance, un jardinero medio analfabeto pasó por sabio por hablar poco y contestar a cuestiones políticas con las labores que había que realizar en cada estación para tener el jardín en condiciones. Y usted, avezado lector, estará elucubrando sobre esta salida de tono, esta irreverencia mía e intentará buscar tres pies al gato cuando no estaba yo, sino recordando lo que había oído a quienes saben del campo.
Si hay tantos pepinos, tendré que incorporar alguna receta nueva, seguía yo ya completamente ida, a años luz del curso del debate, en el preciso momento en que el candidato presidente afeaba al aspirante que, como argumento, a falta de otros, se entiende, siempre le saca a pasear el “falcon” y el aspirante, rápido, contestaba que era él, el presidente, quien salía a pasear con el dichoso “falcon”. Un rasgo de humor que me distrajo un poco y hasta me hizo atender a la espera de algún otro golpe de efecto del candidato presidente, para compensar, que no llegó porque estaba cabreado, muy cabreado. Así que mi mente volvió a largarse de ahí. Y volví a los pepinos. Una sopa fría me llamó la atención hace unos días, se mezclaban con manzanas. No sé, pensé, parece algo “contra natura”, no me convence. Mejor la tradicional, la de siempre, la que funciona. Y cada uno tiene la suya, la que ha probado y le sale bien. Las mezclas nuevas funcionan pocas veces, yo nunca me arriesgo si tengo invitados. Y así llegó el debate al final y lo soporté enterito. Ahora bien, no sabría decirle si me enteré bien de todo, con tanto ir y venir al huerto. Usted, seguro, lo vio también y ya tiene su opinión, que es la que vale. O no lo vio porque ya está al cabo de la calle y la tenía ya desde antes. Así que hemos pasado este cáliz y parte de la primera hora de calor a un tiempo. Queda votar, o no. Y aún queda, antes, casi toda la campaña y olas de calor. Habrá que resistirlo. Todo.