Los últimos acontecimientos nos muestran la velocidad con que transcurre nuestra vida. Hoy nos despertamos con la novedad de una noticia y mañana se ha quedado ya obsoleta.
El pasado 28 de mayo acudimos a votar y, sin tiempo a hacernos a la idea del cambio que se había producido, tenemos que pensar ya en que el próximo 23 de julio tendremos que volver a las urnas. No es una fecha que haya caído demasiado bien, en especial a los que tienen previsto estar de vacaciones esos días precisamente.
Pero está la posibilidad de votar por correo para los que tienen interés en hacer uso del deber y del derecho que nos otorga la ley, por eso ya las oficinas de Correos han aumentado su carga de trabajo por lo que se están produciendo colas importantes de espera.
He oído que también se puede votar por internet. Creo que yo no lo haría. Lo veo un poco peligroso.
No es que esté muy pendiente de las noticias, pero queramos o no, los medios de comunicación nos informan constantemente de los acontecimientos. Por eso he venido a saber que el presidente Sánchez, en lugar de hacer revisión de los posibles errores ante el resultado de las votaciones, ha volcado la culpa en los medios de comunicación.
¿Por qué nunca tiene la culpa de nada como si fuera la perfección personificada? Muchas veces sus mismos “barones” han salido a los medios criticando ciertas actuaciones suyas. Bien es verdad que al día siguiente algunos rectificaban y se desdecían de los expresado el día anterior.
Esto me recuerda cómo hace unos años salió de estampida, medio echado por los de su mismo partido en desacuerdo con su actuación y volvió poco tiempo después glorioso y como secretario general del PSOE.
En fin, vamos a ver si lo que ha votado el pueblo es para bien de España y de los españoles, porque hasta ahora he visto pocos políticos que se esfuercen demasiado por mejorar la vida de los que verdaderamente necesitan que se les eche una mano.
Hay algunas cosas que me llaman la atención. La primera, oír hablar de “las derechas” cuando la izquierda está mucho más fragmentada. Y segunda, que los partidos de izquierda se llamen progresistas cuando, de momento, han apoyado leyes de muerte como, por ejemplo, considerar el aborto como un derecho de la mujer; en lugar de ayudar a las madres en dificultad, les facilitan el deshacerse del hijo y así eliminar el problema. O la ley de eutanasia con la excusa de la “muerte digna”; en lugar de favorecer y potenciar los cuidados paliativos para que la muerte sea lo más indolora posible.
Así que vamos a esperar que, esta vez, los gobernantes no hagan lo que en la oposición han criticado. De momento en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas.
Y a esperar a ver qué pasa el 23 de julio y si podemos decir lo mismo.