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Pedro Escartín Celaya A cuatro manos
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… Y con el mazo dando

Pedro Escartín Celaya A cuatro manos
08 junio 2023

La sequía no es un fenómeno insólito en este país. Nuestra historia está jalonada de frecuentes épocas de “espantosa” y “cruel” sequía. Una, de la que algún lector todavía guardará recuerdo, fue la de los años 1943 a 1945, en la que la falta de agua agravó de forma dramática las penurias provocadas por la guerra civil.

A falta de los telediarios, que actualmente dan puntual detalle de la situación del campo y de las previsiones meteorológicas, el “Noticiario-Nodo”, de obligada proyección en todas las sesiones de cine, suplía la información oficial de los acontecimientos más relevantes de la semana.

El Nodo puso en circulación el calificativo de “pertinaz sequía”, con el que los dirigentes políticos pretendían justificar (ahora es la pandemia o la guerra de Ucrania) las carencias que se venían sufriendo. Y lo de la sequía no era para menos: en muchas ciudades se restringió el agua de boca, faltó la energía hidroeléctrica (no había otra) y los ríos se secaron o quedaron reducidos a un hilillo de agua.

Como siempre, hubo que hacer de la necesidad virtud y se aceleraron los planes para tener embalsada el agua de lluvia, cuando caía. España dispone ahora de mil doscientas grandes presas, de las que, en el año 1915, sólo existía un centenar. Pero entonces, las gentes, además de otear el horizonte para vislumbrar una posible llovizna, convocaban rogativas para implorar la lluvia, fieles a la convicción de que “a Dios rogando y con el mazo dando”.

En marzo de 1934, el Mundo gráfico publicó esta noticia: “Sequía en la tierra extremeña. Con tal motivo, la fe popular pidió a la Virgen de Bótoa, patrona de los labradores de aquella región, el remedio para la pertinaz sequía. Se organizó un triduo de rogativas en la catedral del Badajoz, y desde que el triduo comenzó no ha cesado de llover”. Entonces, eran frecuentes las rogativas.

Creo que ha llegado la hora de empuñar el mazo y autorregularnos el consumo del agua, con mesura y responsabilidad, sin esperar a otras medidas de obligado cumplimiento, al igual que es urgente convencernos de que la limpieza urbana depende tanto de los servicios municipales como del comportamiento de cada ciudadano.

Pero no olvidemos la otra parte del binomio: la de rogar a Dios, con la fe e intensidad de los romeros que, cuando apretaba la sequía, peregrinaban de la cueva de san Úrbez en Añisclo a su ermita de Albella y de ella a Nocito implorando la lluvia…, ¡y llovía!, como llovió en Badajoz. Pero me temo que la insensatez y autosuficiencia, que aquejan al hombre moderno, no le animen a estar por la labor…, ni por la de rogar ni por la empezar a dar con el mazo.

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